jueves, 9 de septiembre de 2010

A ver, a ver...

Argentinos fanáticos de su selección, creídos y subidos al caballo porque ayer le ganaron a España... CÓMPRENSE UN GPS Y UBÍQUENSE!!! Ustedes ganaron un amistosito pedorro, España ganó EL MUNDIAL!!! Así que déjense de egolatrías que ustedes están muy lejos de volver a ganar un mundial.

Cuando le ganen a España en un torneo importante, ahí hablen. Pero ahora, que si no es un amistoso no ganan nada, cállense la boca.

Me tienen harta... cansinos!

viernes, 3 de septiembre de 2010

¿A dónde vamos a parar?

No quiero parecer con esto una mina pacata ni nada de eso, porque nada más lejos de la realidad... pero tengo las pelotas (que no tengo) llenas de ciertos comentarios.

Hace un par de días un individuo que no tengo ni puta idea de quién es, me dejó un comentario haciendo alusión a algo que dije en un post pasado, sobre que "tengo menos vida sexual que una monja de clausura". Dicho comentarista me puso "Eso explica muchas cosas".

O sea, ¿qué explica? Estoy un poco podrida de que la gente sea tan hueca como para asociar ciertos problemas emocionales a la falta de sexo. Loco, entiendanló: EL SEXO NO ES UNA NECESIDAD!!! Esta sociedad de mierda, frívola hasta lo imposible nos quiere vender lo contrario, y por comprar esa idea que nos meten en la cabeza es que hay tanta gente enferma de sida o con hijos no deseados (si, hay que cuidarse y bla bla bla, pero recuerden que ni el preservativo ni ningún método anticonceptivo es 100% eficaz!). Por ser tan pelotudos de creer que el sexo es una necesidad es que hay gente que pierde los valores principales y por simple calentura se pasan todo por el culo, no les importa cagar a su pareja ni encamarse con alguien que tiene otro compromiso e incluso familia. No les importa nada!

Los problemas emocionales tienen otros orígenes, no soy psicóloga y no hace falta serlo para saberlo. Además cuando no se tiene pareja estable es más sano mentalmente no tener sexo. No te preocupás de si se te rompió un forro, de si te contagiaste algo, de si te viene o no te viene... bueno, un posible embarazo en una pareja estable se da, obvio, pero es menos grave.

En fin... el mundo de hoy está demasiado corrompido.

martes, 24 de agosto de 2010

Cero y van...

El sueño terminó antes de empezar.

Quisiera saber qué fucking maldición pesa sobre mí que nunca me puede ir bien, todos son golpes, fracasos, rechazos. Quién me manda a creer que me va a cambiar la suerte!

Cuándo voy a aprender, coño!

domingo, 22 de agosto de 2010

Qué se hace...

Cuando uno tiene algo atravesado adentro que necesita decir y no lo dice.

Y uno sabe que si lo dice puede meter la pata hasta el caracú y perder mucho... pero si no lo dice, acabará pudriéndose por dentro...

¿Qué hacer, Dios?

sábado, 21 de agosto de 2010

Una semana después... SÁBADO INOLVIDABLE EN 9 DE JULIO






Si... el sábado pasado estuve en 9 de julio, localidad a donde Jano Herrera fue a cantar para cerrar un espectáculo.



Tengo que decir que fue el mejor fin de semana de mi vida y hasta me pregunto si alguna vez fui más feliz... conocí un lugar nuevo que por cierto me encantó, nuevos amigos... y tuve una nueva oportunidad de tener cerca a alguien a quien admiro muchísimo y quiero con el alma...

GRACIAS JANO!!!

viernes, 20 de agosto de 2010

Jajajajaja... todo cae por su propio peso!

Así que ahora agarraste para La Bohemia... claro, seguro que en "Bárbaro Bar" ya se dieron cuenta que sos una basura y te metieron una patada en el ojete... o te la están por meter!

Igual quedate tranquilo, que de La Bohemia también te van a echar como a un perro sarnoso, así como te echaron ya de tantos lugares y como no te quieren en tantos otros... porque TODO CAE POR SU PROPIO PESO!!!

Y como yo no soy de quienes hacen las cosas a medias: QUE TODOS LE VEAN LA CARA A ESTE HIJO DE PUTA! Y los que tienen algún bar o algo de eso, NO LO LLEVEN A CANTAR!!!

jueves, 19 de agosto de 2010

El celular de Hansel y Gretel

(Gracias Anna por reenviarme esta nota!)

Por Hernán Casciari (*)

(*) Autor de la obra "Mas respeto que soy tu madre" que interpreta con tanto exito Antonio Gasalla.

Anoche le contaba a mi hijita Nina un cuento infantil muy famoso, el de Hansel y Gretel de los hermanos Grimm.

En el momento más tenebroso de la aventura, los niños descubren que unos pájaros se han comido las estratégicas bolitas de pan, un sistema muy simple que los hermanitos habían ideado para regresar a casa. Hansel y Gretel se descubren solos en el bosque, perdidos, y comienza a anochecer.

Mi hija me dice, justo en ese punto de clímax narrativo: 'No importa. Que lo llamen al papá por el celular'.

Yo entonces pensé, por primera vez, que mi hija no tiene una noción de la vida ajena a la telefonía inalámbrica. Y al mismo tiempo descubrí qué espantosa resultaría la literatura -toda ella, en general- si el teléfono móvil hubiera existido siempre, como cree mi hija de cuatro años.

Cuántos clásicos habrían perdido su nudo dramático, cuántas tramas hubieran muerto antes de nacer, y sobre todo qué fácil se habrían solucionado los intríngulis más célebres de las grandes historias de ficción.

Piense el lector, ahora mismo, en una historia clásica, en cualquiera que se le ocurra. Desde la Odisea hasta Pinocho, pasando por El viejo y el mar, Macbeth, El hombre de la esquina rosada o La familia de Pascual Duarte. No importa si el argumento es elevado o popular, no importa la época ni la geografía.

Piense el lector, ahora mismo, en una historia clásica que conozca al dedillo, con introducción, con nudo y con desenlace.

¿Ya está?

Muy bien. Ahora ponga un celular en el bolsillo del protagonista. No un viejo aparato negro empotrado en una pared, sino un teléfono como los que existen hoy: con cobertura, con conexión a correo electrónico y chat, con saldo para enviar mensajes de texto y con la posibilidad de realizar llamadas internacionales cuatribanda.

¿Qué pasa con la historia elegida? ¿Funciona la trama como una seda, ahora que los personajes pueden llamarse desde cualquier sitio, ahora que tienen la opción de chatear, generar videoconferencias y enviarse mensajes de texto? ¿Verdad que no funciona un carajo?.

La Nina, sin darse cuenta, me abrió anoche la puerta a una teoría espeluznante: la telefonía inalámbrica va a hacer añicos las viejas historias que narremos, las convertirá en anécdotas tecnológicas de calidad
menor.

Con un teléfono en las manos, por ejemplo, Penélope ya no espera con incertidumbre a que el guerrero Ulises regrese del combate.

Con un móvil en la canasta, Caperucita alerta a la abuela a tiempo y la llegada del leñador no es necesaria.

Con telefonito, el Coronel sí tiene quién le escriba algún mensaje, aunque
fuese spam.

Y Tom Sawyer no se pierde en el Mississippi, gracias al servicio de localización de personas de Telefónica.

Y el chanchito de la casa de madera le avisa a su hermano que el lobo está yendo para allí.

Y Gepetto recibe una alerta de la escuela, avisando que Pinocho no llegó por la mañana.

Un enorme porcentaje de las historias escritas (o cantadas, o representadas) en los veinte siglos que anteceden al actual, han tenido como principal fuente de conflicto la distancia, el desencuentro y la incomunicación. Han podido existir gracias a la ausencia de telefonía
móvil.

Ninguna historia de amor, por ejemplo, habría sido trágica o complicada, si los amantes esquivos hubieran tenido un teléfono en el bolsillo de la camisa.

La historia romántica por excelencia (Romeo y Julieta, de Shakespeare) basa toda su tensión dramática final en una incomunicación fortuita: la amante finge un suicidio, el enamorado la cree muerta y se mata, y entonces ella, al despertar, se suicida de verdad. (Perdón por el espoiler).

Si Julieta hubiese tenido teléfono móvil, le habría escrito un mensajito de texto a Romeo en el capítulo seis:
M HGO LA MUERTA, PERO NO TOY MUERTA. NO T PRCUPES NI HGAS IDIOTCS. BSO.

Y todo el grandísimo problemón dramático de los capítulos siguientes se habría evaporado. Las últimas cuarenta páginas de la obra no tendrían gollete, no se hubieran escrito nunca, si en la Verona del siglo catorce hubiera existido la promoción 'Banda ancha móvil' de Movistar.

Muchas obras importantes, además, habrían tenido que cambiar su nombre por otros más adecuados.

La tecnología, por ejemplo, habría desterrado por completo la soledad en Aracataca y entonces la novela de García Márquez se llamaría 'Cien años sin conexión': narraría las aventuras de una familia en donde todos tienen el mismo nick (buendia23, a.buendia, aureliano_goodmornig) pero a nadie le funciona el Messenger.

La famosa novela de James M. Cain -'El cartero llama dos veces'- escrita en 1934 y llevada más tarde al cine, se llamaría 'El gmail me duplica los correos entrantes' y versaría sobre un marido cornudo que descubre (leyendo el historial de chat de su esposa) el romance de la joven adúltera con un forastero de malvivir.

Samuel Beckett habría tenido que cambiar el nombre de su famosa tragicomedia en dos actos por un título más acorde a los avances técnicos. Por ejemplo, 'Godot tiene el teléfono apagado o está fuera del área de cobertura', la historia de dos hombres que esperan, en un páramo, la llegada de un tercero que no aparece nunca o que se quedó sin saldo.

En la obra 'El jotapegé de Dorian Grey', Oscar Wilde contaría la historia de un joven que se mantiene siempre lozano y sin arrugas, en virtud a un pacto con Adobe Photoshop, mientras que en la carpeta Images de su teléfono
una foto de su rostro se pixela sin remedio, paulatinamente, hasta perder definición.

La bruja del clásico Blancanieves no consultaría todas las noches al espejo sobre 'quién es la mujer más bella del mundo', porque el coste por llamada del oráculo sería de 1,90 la conexión y 0,60 el minuto; se contentaría con preguntarlo una o dos veces al mes. Y al final se cansaría.

También nosotros nos cansaríamos, nos aburriríamos, con estas historias de solución automática. Todas las intrigas, los secretos y los destiempos de la literatura (los grandes obstáculos que siempre generaron las grandes tramas) fracasarían en la era de la telefonía móvil y del wifi.

Todo ese maravilloso cine romántico en el que, al final, el muchacho corre como loco por la ciudad, a contra reloj, porque su amada está a punto de tomar un avión, se soluciona hoy con un SMS de cuatro líneas.

Ya no hay ese apuro cursi, ese remordimiento, aquella explicación que nunca llega; no hay que detener a los aviones ni cruzar los mares. No hay que dejar bolitas de pan en el bosque para recordar el camino de regreso a casa. La telefonía inalámbrica -vino a decirme anoche la Nina, sin querer- nos va a entorpecer las historias que contemos de ahora en adelante. Las hará más tristes, menos sosegadas, mucho más predecibles.

Y me pregunto, ¿no estará acaso ocurriendo lo mismo con la vida real, no estaremos privándonos de aventuras novelescas por culpa de la conexión permanente? ¿Alguno de nosotros, alguna vez, correrá desesperado al
aeropuerto para decirle a la mujer que ama que no suba a ese avión, que la vida es aquí y ahora?

No. Le enviaremos un mensaje de texto lastimoso, un mensaje breve desde el sofá. Cuatro líneas con mayúsculas. Quizá le haremos una llamada perdida, y cruzaremos los dedos para que ella, la mujer amada, no tenga su telefonito en modo vibrador.

¿Para qué hacer el esfuerzo de vivir al borde de la aventura, si algo siempre nos va a interrumpir la incertidumbre? Una llamada a tiempo, un mensaje binario, una alarma.

Nuestro cielo ya está infectado de señales y secretos: cuidado que el duque está yendo allí para matarte, ojo que la manzana está envenenada, no vuelvo esta noche a casa porque he bebido, si le das un beso a la muchacha se despierta y te ama. Papá, ven a buscarnos que unos pájaros se han comido las migas de pan.

Nuestras tramas están perdiendo el brillo -las escritas, las vividas, incluso las imaginadas- porque nos hemos convertido en héroes perezosos.