lunes, 3 de septiembre de 2007

Finalmente ocurrió

Quería desaparecer de la faz de la Tierra. Salir corriendo a todo lo que mis piernas aguanten. Estallar y convertirme en humo. Que bajara una nave extraterrestre y me abdujera. Que la Tierra se abriera y me tragara. Que bajara un puto rayo y me chamuscara hasta la médula de los huesos en menos de 2 segundos. Que cualquiera de esas cosas ocurriera antes de que yo acabara por perder la conciencia, hacer una locura y caer en cana.

(De todas maneras, si no termino en la cárcel, voy a terminar en el manicomio uno de estos días. Y ya no sé qué es peor.)

Me cago en todo. Me pregunto por qué la puta vida y el puto corazón es tan inmisericorde conmigo. ¿Tan mala fui en mi otra vida que ahora tengo que pasar las de Caín?

Qué más quisiera que poder subestimar fácilmente la situación, pasarme todo esto por el sisirisco y decir "bah, qué me importa, las cosas pueden cambiar en un futuro" como lo hacía hasta ahora, y continuar con esta silenciosa guerra sin cuartel, ahora poniéndole nombre, cara y cuerpo al enemigo. Pero no. Acabo de llegar después de aquello que pensé que no pasaría nunca y no hago más que llorar y llorar como una pelotuda. Ya se fue a la mierda el "ojos que no ven, corazón que no siente".

La estrella se apagó. La tigresa se convirtió en una cachorrita de las más indefensas. La "puro fuego" hoy no alumbra ni lo que una cerillita. La guerrera está malherida y desarmada. Lo que ahora quisiera es irme bien al Congo por un buen tiempo y no saber absolutamente nada de nada.

Dios mío... que las cosas cambien pronto, porque verdaderamente creo que me estoy volviendo loca.

Mickey, amigo... si tan sólo estuvieras aquí. Me haces tanta falta...

(De más está aclarar que las secciones Noveleando, ¿Te acordás? y Las cinco del viernes quedan temporalmente suspendidas)

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