Y ahora estoy aquí.
En la última parte del tercer año de Teatro, cumpliendo ya 3 años de Canto, en el 7° Kyu de Karate, vendiendo productos de Avon para hacerme de unos ahorros, preparándome para caminar hacia Luján por cuarta vez, bancando a muerte a Martín Pastor y los Últimos de la fila, planeando veranear en Necochea un verano más y haciendo planes para continuar esta historia en la Madre Patria... en Barcelona para ser más precisa, o probablemente en Madrid, depende cómo se den algunas cosas. Si Dios y mi situación monetaria quieren, estaré partiendo el año que viene.
Hubo varios cambios, me despedí de las mechas rubias que me identificaron durante tres años y medio, y me teñí de colorado (el corte de pelo no cuenta ya que es el mismo que me hago siempre). Y como les conté en un capítulo anterior, volví a mi primer Dojo, aquel donde hace más de dos años empecé desde cero en el Karate.
A pesar de varias cosas que pasaron, mi fe religiosa está más fortalecida y es lo que me ayudó a continuar. Hace algún tiempo que estoy yendo todas las semanas a ponerle velas a San Expedito para pedirle por una intención importante, la cual voy a pedirle también a la Virgen ahora que vaya a Luján.
Nadie sabe cómo termine esta historia, ni cuándo, ni en dónde, aunque se sabe que va a continuar al otro lado del charco. Durante mucho tiempo, en varias tiradas consecutivas de cartas me salió la carta de la muerte. Actualmente, parece haberse roto esa maldición y la carta que me viene saliendo es la del Sol.
¿Significará el final de la tormenta? ¿Significará que después de tanto “mal tiempo” en mi vida, por fin va a salir el sol?
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