sábado, 11 de abril de 2009

Sola voy con mi pena, sola va mi condena...

Noches raras las que estoy viviendo últimamente.

Cuando la family apaga todas las luces y se va a dormir y soy la única que queda levantada (suelo irme a dormir entre las 4 y las 5 de la mañana) y sólo me acompaña la música suave de una emisora peruana que escucho por internet cada noche, en ese momento empiezan a aparecer los pensamientos, los recuerdos, y demás.

Estas últimas noches me vino una melancolía asquerosa. Recuerdos de cosas que pasaron el año pasado, de las vacaciones en Necochea (y éstos a su vez trajeron unas ganas terribles de tirar todo a la mierda y volver allá), de las reuniones con el grupete de Teatro, y demás momentos que pasaron y que quizás no vuelvan jamás.

Y esta es una noche particularmente rara. Viernes santo, por ende sin ir a entrenar, y pese a que tocaba Martín Pastor, ni asomé la cara por Cinema (desde que puse el primer pie en Buenos Aires tras bajar del micro que me trajo de vuelta desde Necochea me juré a mí misma que las cosas tenían que cambiar) y en lugar de eso me quedé entre las cuatro paredes de mi cuarto, mirando videos, escuchando música, y como últimamente, recordando tantas cosas.

Tengo una sensación rara... como de que lo que alguna vez fue de una forma ya no va a volver a ser así. Como cuando se rompe un jarrón o un adorno, que por más que levantes los pedazos y los pegues para reconstruirlo, no vuelve a ser igual.

Como si hubiera algo que se perdió y que jamás podré volver a recuperar. Como si algo hubiera muerto y supiera que no va a revivir. Preguntándome qué pasó, qué fue de aquello que antes era motivo de alegría y felicidad y ahora lo es de melancolía, de nostalgia.

Qué lástima que sea imposible volver al pasado.

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