jueves, 30 de octubre de 2008

Divague mental y emocional

Hoy me desperté muuuuuy emo a las 11 de la mañana. Y me levanté, me senté frente a la PC que tengo justo al lado de la cama y me puse a escribir algo que me pareció que valía la pena plasmar en esta vaina:

Escribir y llorar sola.
Porque la única que escucha y no juzga es la computadora.

¿Qué es la vida? No sé lo que es la vida. Me quise hacer la filosófica y empezar con una frase importante y me salió mal. Pero bue, qué importa, si esto no lo lee ni mi vieja...

En fin, MI vida... Eso sí sé qué es. O a lo mejor no, pero al menos puedo opinar con cierto conocimiento de causa.

Como decía, mi vida. Mi vida en este momento es: Un grupo de amigos que se habla poco y se ve poco. En el que todos nos conocemos relativamente poco, hay, en general, muy poca confianza y muchas veces he terminado preguntándome si al menos UNA persona de ese grupo me quiere de verdad.Me pasa mucho eso; no saber si alguien me quiere de verdad. Con las únicas personas que no me pasa es con mi papá y con amistades muy profundas, como Miguel, Armando, Anabella, Janet, Almu, Gus.

¿En qué estaba? Ah, si. Mi vida y el cariño. Mis amigos, que en más de una ocasión no me han tomado en cuenta, porque soy un dolor de huevos.

Mi familia más cercana son mi mamá, María Teresa, y mi papá, Roberto. Vivo en mi casa con esa familia cercana que acabo de ennumerar, muy a mi pesar. A Dios gracias, a pesar de que ya tengo 25 años recién cumplidos, ninguno de ellos tiene apuro por patearme del nido (o al menos eso parece), aunque ambos ignoran que pronto voy a volar. Igual, con ellos tengo aún menos confianza que con el grupo de amigos que me excluye de determinadas cosas. Con mi mamá, aunque la relación está mejor que hace 10 años atrás, las heridas del pasado todavía duelen. En aquel tiempo, ella creyó que presionarme, no aceptarme como soy, querer a toda costa cambiarme, hacerme sentir para la mierda y exigirme más de lo que podía dar era hacerme un bien, pero siento que lo único que consiguió fue llenarme de miedo e inseguridad y hacerme sentir sola y desamparada. A pesar de mi miedo hacia ella entonces, se lo he dicho más de una vez y siempre recibí la misma respuesta: indiferencia. Eso me hizo sentir vacía, con miedo, incomprendida, no querida, y aún más desamparada. Lloré muchísimo. Tampoco importó.

De mi papá no tengo mucho que decir. Lo quiero muchísimo. Aunque tampoco hay plena confianza, con él siento menos miedo de hablar; es más comprensivo para ciertas cosas, a pesar de que a veces tiene actitudes imbancables como las de ponerse en machista o pensar que uno puede manejar los sentimientos. La verdad, no tengo lazos familiares como Dios manda, o sea fuertes, seguros, incondicionales, claros. Así debería ser también la amistad. Yo amo a mis amigos, y yo cuando soy amiga, independientemente del grado de amistad que tenga con esa persona, soy amiga en toda la extensión de la palabra, entrego amor y cariño a manos llenas, pero así y todo, por alguna razón que estoy resignada a no saber cuál es, termino alejando a todos los que quiero. A los que cuento entre mis amigos hoy, habría que darles el Premio Nobel. Muchos han desistido de esa tarea en el camino.

Mi vida es un trabajo de tantas horas como se me cante la gana porque se trata de venta por catálogo, con una remuneración inestable pero que ayuda, un curso de teatro profesional (este año ya lo termino), unas clases de canto, un cinturón verde de Karate, ratos de ocio frente a la PC o a la tele, un padre, una madre que ni se acuerda de las cosas que pasaron ni de las heridas que en la puta vida van a cicatrizar, un grupo de amigos descuidado, melancolía y miedo. Sobre todo miedo. Miedo a perder más de lo que ya perdí. Miedo a no recuperar tantas cosas que perdí estúpidamente. Miedo a quedarme estancada. Miedo a querer demasiado. Miedo a que nadie me entienda. Miedo a que cada uno que lea esto me insulte, o me sea indiferente, o me tenga pena, o se asuste y me deje. Miedo a que nadie lo lea. Miedo a que a nadie le importe.

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