martes, 12 de febrero de 2008

Aquí no hay quien viva

Una de las razones por las que, de haber podido, me hubiera quedado en Necochea, es la cuestión de que mi familia es muy rompepelotas.

Mi vieja me encaja la comida a la fuerza cuando no tengo ni puta gana de comer. Mi viejo me viene a golpear la puerta de mi cuarto diciéndome que la televisión está muy fuerte. No puedo salir a la calle sin que me pregunten a dónde voy.

En Necochea no sabía qué hacer con tanta libertad. Entraba y salía cuando se me cantaban las pelotas, no daba explicaciones a nadie, volvía a la hora que se me cantaba el orto, iba a donde quería... y acá en Buenos Aires, la otra cara de la moneda.

A veces me pregunto si no será que los padres se aprovechan de una que no se puede ir a la mierda y no tiene otra que aguantarlos...

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