domingo, 6 de mayo de 2007

Evolución de los sábados, domingos y lunes en la vida de Yadhira Santamarina

Mis primeros recuerdos de aquellos días son que cuando tenía unos 4 años de edad, no tenía noción de semana y fin de semana, y me daba cuenta de que era sábado o domingo porque no iba al jardín, y cuando le preguntaba a mi mamá o a mi papá "¿hoy no vamos al jardín?" me decían "no porque hoy es sábado (o domingo)". Y, en esa época no me gustaba mucho. Claro, en el jardín uno es chiquito y no estudia ni nada, se la pasa jugando (recuerdo el juego de los rincones: bloques, arte, juegos tranquilos, dramatizaciones...), haciendo dibujitos con crayones de cera, pinturas con témperas o acuarelas o con plasticolas de color, collages con arena, brillantina, papel glasé, recortes de revistas y otras cositas, muñequitos de masa y demás boludeces.

Conforme fui creciendo fui amando cada vez más los fines de semana. Empecé la primaria y la cosa empezaba a ponerse densa. Pero eso no era nada: llegando a quinto/sexto grado fue que empecé a odiar los lunes más como nunca en la vida. Y cuando empecé la secundaria, peor: el puto lunes ya empezaba a sentirse desde el domingo cuando empezaba la última película de Telefé, que podía ir desde Karate Kid 3, pasando por alguna de las repetidas de Jackie Chan, hasta Liberen a Willy. Clima de podredumbre, similar al final de cumpleaños o a la resaca de Navidad o Año nuevo. Y el maldito lunes... el despertador sonaba a las 6.30 de la mañana y me daban ganas de revolearlo por la conchuda ventana. Encima tenía que prepararles el desayuno a mis viejos, porque si no no había forma de que "el personal" levantara la cabeza de la almohada.

Finalizada la tortura asiática que representó para mí la escuela secundaria (no sé todavía si por la escuela en sí o por la rompepelotas de mi mamá) y comenzando la facultad, la cosa no fue tan fuerte. Además de que tenía la ventaja de tener el viernes libre y salir de la facultad el jueves con cara de feliz cumpleaños festejando el fin de semana que estaba comenzando... y si el lunes era feriado, más todavía!!!

Terminé la carrera, me metí en otra, la historia era la misma, con la diferencia de que esta vez tenía otro día libre en el medio: cursaba lunes, martes y jueves.

Abandoné la carrera, y durante los 8 meses de divague en los que no sabía para dónde agarrar, me dio igual que fuera lunes o viernes, siempre era todo igual (con la única diferencia que los sábados y domingos tengo a la familia en casa rompiendo las bolas).

Empecé teatro y canto y ahí fue que tuve más gusto por la semana que por el finde. Se nota que me había metido en algo que me gustaba.

Lo que es actualmente, ninguna sensación se compara con salir el viernes del gimnasio después de mi entrenamiento de Karate y caminar hacia mi casa, conectada a mi mp3, a veces medio bailando al ritmo de la canción que estoy escuchando, y llegar a casa y sentarme frente a la PC o tirarme en la cama, y decir "Por fin se acabó la semana!!"

Los domingos ya no son tan deprimentes desde octubre del año pasado cuando empecé a ir a ver a Martín Pastor y los Últimos de la fila. Es más, hasta espero que llegue el domingo. Gracias a ellos no sólo empecé a salir de noche y volver a casa tarde (cosa que antes no hacía ni a punta de sevillana) sino que además pasé de decir "la puta madre, es domingo..." a decir "Al fin domingo!!"

Qué cosas, ¿no?

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